Mañanas madrileñas

En cuanto uno sale de su rinconcito de Madrid y pasea por el norte de la capital, se ve sumergido en un mar de sonidos mucho menos artificiales. Los gatos pasean a sus anchas, se escuchan los grillos y pían los pájaros.

Ayer andaba jugueteando a mi lado un carbonero común que, imagino, tenía mejores menesteres que el de posar para mí que iba cámara en mano. Sin embargo, no dejaba de revolotear por encima mío así que me dejé «querer» por unos instantes (vale, fue un buen rato) pensando cómo debe sonar un Parus major para un francés.

Todos hemos crecido emitiendo los sonidos de los animales en clase o en casa a modo de juego sin darnos cuenta de que ese son no es algo universal (como casi nada en el mundo cultural y lingüístico). El perro no hace «guau» en catalán sino «bup» y el gallo no hace «kikirikí» en finlandés sino «kiriki-kí».
Y, claro está, tampoco los pájaros pían en otras lenguas como bien sabe apreciar mi estimado James Chapman.

¡Vivan los entomólogos!

No sólo en los idiomas extranjeros existen palabras extrañas. En nuestra misma lengua podemos encontrar miles de vocablos que desconocemos. Sin embargo, como dice Cris Planchuelo en su blog, «hay cosas que parece mentira que tengan nombre». Y lo tienen. De hecho, si quieren que les sea sincera, esa entrada en particular es mi favorita.

Factoría de Expresión trata de mostrarnos la ortografía de una forma fácil y, de paso, hacernos sonreír mientras aprendemos reglas y palabras del  español. Les dejo, pues, con la inmersión, disfrútenla.

Estudiar un idioma puede significar estar rodeado de cientos y cientos de manuales, apuntes y diccionarios (virtuales o físicos) pero últimamente parece que aquellos que crean estos materiales están de mejor humor y se inventan cosas como el Diccionario del español coloquial para nuestro disfrute.

Y ya de paso me suben el ego rejuveneciéndome o ¿no es por eso que han incluido «julay»?  🙂

Por cierto, si trastean por la web principal, encontrarán una serie de gestos y sus significados.

Todo tiene su porqué

Hace unos años decidí dejar de admirar mi ciudad favorita desde la lejanía y vivirla. Así es como me mudé a Helsinki, la capital de Finlandia, una ciudad preciosa pero algo cara. Necesitaba encontrar un trabajo pronto y mis amigos cada vez insistían más en que les enseñara algo de español. Así fue como empezó a interesarme ser profesora de mi lengua. Sus preguntas y las situaciones divertidas que se daban dada mi sorprendente capacidad de invadir la proxémica finlandesa, me cautivaron y creció incesantemente esa curiosidad por las diferencias interculturales ligadas, también, a un idioma.

El poder transmitir mis conocimientos de la lengua en todos sus aspectos me atraía pero no disponía de las herramientas ni de todas las nociones necesarias así que investigué los cursos que existían para ser profesora de español. Eso me llevó a Londres y, posteriormente, a seguir formándome a la vez que daba clases particulares para poder conocer también un aspecto más personal de la enseñanza.

En resumen, cada vez me fui interesando más en los entresijos de este ámbito que yo auguraba tan estático pero que disponía de un amplio abanico de herramientas existentes (que se amplía paulatinamente) y donde se tenían en cuenta elementos como las distintas experiencias de los alumnos, la competencia sociolingüística, los aspectos socioculturales de una lengua (que dada mi formación académica como socióloga me interesa soberanamente) y una enseñanza más activa por parte del alumno y que, además, se retroalimenta.

Esta profesión tiene su parte dura como muestra la siguiente imagen pero es que yo me río mucho cuando veo la cara que ponen los extranjeros cada vez que hacemos algo como lo que nos muestra este vídeo a continuación.

1318 - Profesor de español ELE